martes, 8 de noviembre de 2011

El Plan B y otras neurosis

La emigración de los venezolanos es un fenómeno reciente y la situación política actual es solo una de sus causas.
El turbulento acontecer político de los últimos años ha tenido múltiples efectos que cada quien podrá encontrar ejemplificados en su cotidianidad. El primero de ellos, familias y amigos separados por la polarización política: desde las familias que han dejado de reunirse en ocasiones como bodas o cumpleaños para evitar confrontaciones entre chavistas y opositores, hasta un padre y un hijo que tienen más de diez años sin hablarse. En el pasado no existía tal distancia, ni siquiera entre públicos y reconocidos adversarios; la discusión política era tema de la vida pública, no del espacio privado, la familia, los afectos.
De alguna manera nos la hemos ingeniado para que la política tome todos los espacios y cada detalle de la vida tenga un sentido en nuestro contexto polarizado. Fernando Mires diría que la nuestra no es una crisis política, sino una crisis de la política, pero no entraré yo en esas honduras. Lo cierto es que una buena parte de nuestra sociedad se encuentra atada a seguir neuróticamente cada noticia, cada declaración, cada protesta y para eso Globovisión y Twitter han sido herramientas imprescindibles a las que muchos se han hecho adictos sin remedio. Y en medio de esta sobreexposición a las (desgraciadamente) constantes malas noticias, muchos ya no encuentran posible estar a gusto y por ello han optado por lo que Laureano Márquez llama “el Plan B”: es decir, poner “los pies en polvorosa” y buscarse la vida en otro país.
La emigración de los venezolanos es un fenómeno reciente y la situación política actual es solo una de sus causas. Muchos emigrantes se ven expulsados por la difícil situación económica que ha cerrado empresas o paga mal el trabajo de médicos y científicos que pueden encontrar con su formación mejores condiciones laborales en otro país. La inseguridad y violencia crecientes son también otro gran factor que impulsa a muchos a buscar un lugar más tranquilo para establecer a la familia y criar a los hijos.
Todos estos elementos juntos han dado lugar a la primera gran ola migratoria de venezolanos, de cuya magnitud no tenemos aún noción. Desafortunadamente, carecemos de estadísticas oficiales internas que permitan dar cuenta de este fenómeno: los saldos migratorios externos no aparecen publicados en la web del Instituto Nacional de Estadística y no se han realizado estudios que permitan realizar estimaciones indirectas de la población que ha emigrado. Así que hay que conformarse con fuentes externas, como los censos y registros de los países receptores.
Hice un breve ejercicio para ejemplificar y les cuento lo que encontré: en España la población nacida en Venezuela que fue empadronada en sus municipios pasó de 49.539 en 1999 a 152.395 en 2009; es decir: se triplicó en un período de diez años. Al mismo tiempo cambió su composición: mientras en 1999 el 81% contaba con la nacionalidad española, en 2009 esta proporción alcanzó solo el 57%. Por tanto, la emigración a España no refiere únicamente al retorno de los españoles y sus descendientes. Las estadísticas oficiales de Estados Unidos no cuentan con un equivalente del padrón municipal, pero al revisar los resultados del último censo (2010) encontré que la población de origen venezolano pasó de 91.507 en el 2000 a 215.023 en el 2010, un crecimiento del 135%, lo que significó un incremento de la proporción de la población venezolana entre los latinos en EEUU. Sólo en estos dos destinos tendríamos más de 300mil emigrantes, sin contar los que no hayan sido censados o empadronados (altamente probable en quienes emigran sin sus papeles en regla), más los que residen en muchos otros países del orbe.
En medio de este furor hacia la emigración, en 2001 regresé a vivir en Venezuela luego de unos años estudiando en España. Debo confesar que el 11 de abril de 2002 y el paro a finales de ese año me hicieron dudar intensamente si habíamos tomado la decisión correcta. Pero más allá de ese cuestionamiento interior, lo realmente complicado era explicar a familiares, amigos y conocidos por qué decidimos volver. O, años más tarde, a pesar de la ingeniería financiera que supone sobrevivir cada quincena, por qué no estoy preparando las maletas. La respuesta es demasiado abstracta o idealista para ser comprendida así no más. Por una parte, el arraigo. Quisiera ver a mis hijos hacerse hombres en su país, que sientan que pertenecen y tienen una historia; que la asuman y junto con ella, por ende, una responsabilidad. Por otra parte, quizás es que pido demasiado y no me conformaría con la tranquilidad y el bienestar económico. Necesito más: sentir que lo que hago es valioso y deja huella. Supongo que por eso no me imaginaría fuera de la docencia, aunque mal pague. Por último, creo que tiene sentido, sin más, aunque no haya demasiadas evidencias para el optimismo. Esa es mi apuesta. ¿Cuál es la tuya?

8 comentarios:

  1. La mía como sabes fue irme, y ya no puedo volver porque no podría adaptarme de nuevo a la neurosis caraqueña. Pero si pudiera volver atrás no me iría. El desarraigo es un vacío que no se completa con nada.

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  2. Todas las decisiones tienen su beneficio, también su costo. Quedarse en medio de este marasmo tiene un costo grande... pero ya estuve años fuera y sé qué tan costoso es el desarraigo. Lo que sí es probable es que en cuanto pueda le de espacio otra vez a mi gusanito viajero y me lance por ahí, aunque siempre en plan de "we will come back". ;)

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  3. Yo vivo con el dilema diariamente... Siendo que la situación ahora es España es de alto desempleo, escasas oportunidades y con las expectativa de un gobierno anti inmigrantes en el futuro próximo

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  4. Tu artículo vino a mi como anillo al dedo, no se que pensar... estoy en disyuntiva, he dejado de ver noticias, pero la inseguridad la veo cada día más cerca, no puedes ir a un parque con tus hijos (espacios que compartias con vecinos) porque te secuestran a dentro, hasta ver como hay una tiroteo en la autopista sin tener palabra de como explicarles a tu hijos que no es una película, que se tapen los ojos y que se agachen (no se que decirles), pero quitarle a su familia duele, quitarle nuestra hermosa Avila iluminada duele, que al final puedan conocer la característica que teníamos los venezolana, que bajo está constante agrecividad se ha perdido y han proliferado las enfermedades... tantas más cosas, pero como madre, que debo hacer? no lo se, sólo regresa a mi la calma cuando pienso con Fé y que Dios nos proteja.

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  5. Me encuentro en una etapa de mi vida donde irme a hacer vida fuera del país es una opción. Sin embargo, yo aún no he encontrado las razones por las cuales no lo he hecho (supongo que arraigo a la vida que tengo aquí, saber que no es una decisión fácil de tomar por todo lo que conlleva, o esperanza de que la situación actual mejore pronto). Creo que estaría dispuesto en este momento a renunciar a varias comodidades para obtener una mejor calidad de vida, mayor seguridad, lo que lleva en parte a mayor tranquilidad. Sin embargo, aquí sigo sin aplicar el Plan B.

    Muy interesantes y evidentes los datos que presentas; sobre todo el caso de España que, a pesar de los problemas económicos actuales, la cantidad de emigrantes venezolanos se manutvo creciente.

    Por otra parte, me parece muy interesante un hecho característico de la emigración venezolana. Sin bases estadísticas, pareciera que la mayoría de los emigrantes venezolanos pertenecen a estratos socioeconómicos medio y alto. Lo que contrasta con la masa emigrante de otros países de América Latina, las que suelen estar compuestas por individuos pertenecientes a estratos más bajos.

    No es agradable conocer como consecuencia de estos fenómenos la fuga de talentos que ha estado sufriendo el país en los últimos 10 años. Sin poner esperanzas en el regreso de los que se fueron, estoy a la expectativa de una generación que remplace a los ya idos.

    Saludos!

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  6. Ah...y mi apuesta es la espera! No soy la persona más optimista del mundo. Creo que un tiempo prudencial de espera en ver como se adecúa mi vida a la situación que vivimos, será base para la decisión que tomaré sobre aplicar el plan B...o no.

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  7. Interesante Post... Creo que en mi caso me encuentro en la misma postura de César, en la espera: no se si a que se resuelva la crisis en la política, o a que mi pasión por mi país y mi profesión sean diluidas en el miedo y el pánico que siento al sufrir como tantos venezolanos de manera cotidiana las consecuencias de la inseguridad que existe en Venezuela.
    Emigrar es la solución que ha encontrado gran parte de mi familia, unos al interior del país -suponiendo que allí están más seguros- y otros al exterior, donde con seguridad extrañan el clima, El Ávila, las reuniones familiares, las exquisitas comidas, entre otras cosas, pero gozan de mejor calidad de vida, mejores oportunidades de estudio y no viven en la paranoia diaria de no saber si regresan a su casa vivos, si tendrán casa cuando regresen, si no les robaran el carro o sus pertenencias en el camino, o si en el camino se produce un tiroteo entre maleantes y policías.
    Nuestros familiares preguntan: No piensan irse?? y sinceramente no se que responder... espero que todo mejore y no tener que explicarle a mi hija los riesgos que corre cada vez que salimos de casa... espero no tener que explicarle a mi hija el motivo por el cual tuvimos que huir del país donde nació...
    Como dije anteriormente me encuentro en ese tiempo de espera del que habla César... ojalá que no tengamos que aplicar ese "Plan B".
    Saludos a todo@s...
    Mayerlin

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  8. Durante los últimos diez años he tenido que viajar a Miami en las fechas decembrinas para estar junto a mis hijos y mis nietas. Sé que no volverán y me alegro, porque han logrado estabilizarse en Estados Unidos y no podría vivir con la angustia diaria de no verlos llegar a la casa. Yo he decidido quedarme en Venezuela y tratar de sufrir un país en el que siempre fui feliz. Cada día me espanto al leer la cantidad de víctimas de la violencia que se han ido de esta vida y la forma cómo ha ido cambiando nuestra rutina diaria.

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